Las gallegas son dos. Y están muertas.
Solo que no lo saben, que no se han
enterado, que no han sido informadas
de su deceso, que han acudido a su
funeral convencidas de que es el funeral
de alguien a quien han ido a llorar. Pero
no. Quienes serán lloradas serán ellas. Y
serán ellas quienes, convertidas en
amables fantasmas, nos querrán matar
de risa.